Fue pisando la arena mojada de la playa cuando puse mis dudas a tender. Una paradoja, allá a la orilla del mar fue donde la marejada se apagó momentáneamente. También allí, sin embargo, encontré el germen de la desazón que me atacaría al anochecer, con las tórtolas acostadas y los grillos desaparecidos. La semilla que agarró, y me rodeó con su fatiga de siglos. Me pregunto si me siento mejor ahora que lo descubrí. Quizá, algo. Pero no suficiente.

Foto: Pies Mojados [Ewa Kulak]
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