19 septiembre 2011

Andamios

Cuando empezamos a empaquetar las cosas, antes de venir a Suecia e intuyendo que el tema de los kilos podría ser "un tema", seleccioné 5 libros de los pendientes para leer como potenciales "acompañantes" en este viaje.

Cuando empecé a hacer el equipaje, me di cuenta de que lo de llevar 5 libros iba a estar chungo. Y a medida que iba metiendo jerséis, iba sacando libros. Como lo de venir sin ningún libro no me parecía, digamos, bien, al final decidí elegir solo uno.

Escogí "Andamios", de Mario Benedetti.

Mi historia con este libro no es que sea emocionante, ni siquiera curiosa, pero para mi es especial. Recuerdo dos cosas de cuando salió publicado, en el año 1997. La primera es que conocía el nombre de Benedetti, pero no había leído nada de él, y enseguida me llamó la atención el título, que me pareció poético y prometedor. La segunda, que me encantó la portada, que en esa edición, la original de Alfaguara, era un fragmento del cuadro Homo sapiens, del pintor uruguayo Joaquín Torres García.


Un día, hará un par de años, estaba bicheando la estantería de Laura y Enrico, y lo vi. Les pregunté si lo habían leído, a lo que me respondieron con la misma pregunta. Al oír mi negativa, me dijeron: toma, para vosotros. Fue un bonito regalo, con la intermediación indirecta, todo sea dicho, de Carlos y de su tía, ya que este libro salió de esa colecta que hicieron en su biblioteca, y resultó que ya estaba presente en la de ellos.

Así que decidí que qué mejor libro que este para acompañarnos en la colocación de nuestros primeros andamios en Suecia. Además, habla del exilio, que aunque es una palabra grande, con connotaciones duras, no deja de tener un poco, dejémoslo ahí, de relación con nuestro momento actual.

Ayer terminé de leerlo, triste por su final triste, emocionado por su hondura, su intensidad, su planteamiento y su cercanía.

"Andamios" no habla tanto del exilio como del desexilio. Javier Montes, álter ego del propio Benedetti, emprende el regreso a Uruguay tras doce años de exilio en España, a la que viajó huyendo de la dictadura militar que quiso prenderlo. Benedetti narra las impresiones de Javier al regresar a su país, el reflejo de los años negros de la dictadura en sus amigos, casi todos torturados y encerrados durante varios años, en la sociedad, incluso en las calles.

La venganza siempre viene de arriba. Cuando los de abajo queremos vengarnos, nos revientan. Inexorablemente.


Cada episodio es una historia, una relación o un pensamiento, un reencuentro o una decepción. Te sientes dentro del pellejo de Javier desde la primera línea, viviendo como él esa difícil vuelta a la patria, cómo busca su lugar y cómo solo a veces lo encuentra.

Durante muchos años el país estuvo amputado de muchas cosas y yo estuve amputado del país. (...) hay experiencias incanjeables. En las casas de cambio y en los bancos podés cambiar pesetas por pesos y viceversa, pero no podés cambiar frustraciones por nostalgias.


Benedetti logra transmitir su dolor por el exilio y las injusticias y crímenes de la dictadura con una elegancia que no hace sino mostrar la dignidad de los vencidos y la indignidad de los que los machacaron. No cae en ningún momento en números, ni en insultos, ni en humillaciones a los milicos. En su lugar, en boca de Javier, habla de la tristeza por un país dolorido, por los amigos desaparecidos, por aquello que cambió para siempre no por evolución, sino por la fuerza. Pero también de la ilusión por volver a su tierra, a pesar de todo la suya, por sentarse de nuevo en los cafés de Montevideo con sus amigos, por reencontrarse con su madre y disfrutarla tras tantos años alejado (los capítulos con Nieves, la madre de Javier, son estupendos).

Una historia preciosa, escrita con maestría (como solía hacer Benedetti) y que merece ser disfrutada.

Y gracias a la tía de Carlos, a Carlos, a Enrico y a Laura, por hacérnoslo llegar (aunque los dos primeros no lo sepan).

PS. Reproduzco un párrafo de uno de los capítulos, que me parece que explica muy bien lo que está pasando en cierta autonomía del centro de la Península con el tema educativo... y que puede que se extienda a otras (esperemos que no):

Aquí los jerarcas no se forran con los fondos del Erario público; aquí, defienden desde el Estado las privatizaciones, y no bien las consiguen, se pasan en un santiamén, con armas y bagajes, a la economía privada.El sistema es sencillo. Por ejemplo, quitémosle fondos a la Universidad de la República, y cuando ésta empiece a ahogarse, y los estudiantes, los funcionarios y los docentes se larguen a la calle, señalemos entonces qué ineficaz se ha vuelto la enseñanza pública, aun la superior, y destaquemos una vez más que la solución es la Universidad privada, donde no se producen huelgas y hasta hay una cierta facilidad para titularse, y además, esto es muy importante, como en la privada los estudiantes deben pagar, ello también sirve para eliminar de un zarpazo a los que vienen de abajo.