23 junio 2006

Sastre de la Guerra

Acostumbrado a las presidencias quasi-vitalicias, durante las cuales los abusos a los derechos humanos y a los recursos naturales eran (y son) repartidos de forma tranquila en mandatos de 20, 30 ó más años, el continente africano (y la comunidad internacional) fueron sorprendidos cuando un presidente fue capaz de llevar a cabo una acción destructora, casi depredadora, en su país y en los vecinos, en un período aparentemente corto de años. Concretamente, seis: de 1997 a 2003.

La biografía de Charles Taylor, ex presidente de Liberia, es cuanto menos increíble, en el sentido literal de la palabra. Taylor comenzó su extensa actividad política en Estados Unidos, cuando era un estudiante de Economía en ese país. Liberia, un país creado en el el siglo XIX en la costa occidental africana bajo auspicio de la potencia americana, fue la primera república negra independiente de África, un siglo antes de que lo consiguieran los países colonizados por las potencias europeas. Formada por antiguos esclavos libertos del sur de EEUU (que dieron nombre al país), no tardaría, a pesar de una historia diferente a la de sus vecinos, en convertirse en un estado africano más, aprisionado como tantos otros por autócratas y sátrapas durante muchos años.

Tras el golpe de estado, en 1980, de Samuel Doe, un mediocre (como la mayoría de dictadores) militar que asumió la jefatura de estado con 28 años, Taylor, que había vuelto a Liberia, pasó a formar parte de la administración del estado bajo el cargo de viceministro de Comercio. En tres años, le dio tiempo a robar lo suficiente antes de ser acusado de ello, y huyó precipitadamente hacia Estados Unidos. Un año después, las autoridades de este país le detenían, tras realizar el gobierno de Doe una demanda de extradición. Pero, oh misterio, un preso de semejante relevancia fue capaz de escaparse de su prisión estadounidense al más puro estilo peliculero: serrando barrotes y descolgándose con una sábana junto con otros presos políticos. Poco después, todos ellos eran detenidos excepto... ¿adivináis quién? Oh misterio, acertásteis.

Taylor consiguió llegar de nuevo a África, donde fue entrenado como combatiente guerrillero en Libia, y se trasladó a la frontera entre Liberia y Costa de Marfil, esperando su oportunidad. En los últimos días de 1989, Taylor entró en Liberia atacando un puesto fronterizo. Desde ese momento, y hasta que accedió a la presidencia siete años después, fue ganando poder político y, sobre todo, militar. Su guerrilla, el Frente Nacional Patriótico de Liberia (NPFL, típico nombre de guerrilla y/o partido político africano, cambiando el país en cuestión), se convirtió en la más importante (y temida) del país, a pesar de las deserciones que sufrió. Una de estas deserciones, la del segundo de Taylor, Prince Johnson, impidió a aquél alcanzar el poder en su primer intento, ya que fue Johnson el que desalojó a Doe del poder (capturándolo y torturándolo hasta su muerte) y se proclamó presidente de la república.

Taylor se refugió en el norte del país y, amparado por la protección de los tupidos bosques tropicales, y a base de carecer de miramientos a la hora de reclutar efectivos militares (las fotos de niños y adolescentes de su guerrilla enfundando fusiles por las calles de Monrovia dieron la vuelta al mundo), se convirtió en el hombre más poderoso y rico del país (desde su privilegiado escondite controlaba el tráfico del oro, los diamantes y la madera con Sierra Leona y Costa de Marfil). Se ganó a pulso el título con el que ya siempre se le conocería. Un título siniestro, pero muy real: Señor de la Guerra. Las accines militares de su guerrilla se intensificaron, y nadie sabe a ciencia cierta cuántos muertos causaron a la indefensa población civil, sólo por el hecho de pertenecer a la tribu equivocada.

Triste ironía del destino, Taylor usó sus muertos como propaganda política en su campaña a las elecciones a la presidencia, que se celebraron en 1997 tras seis años de guerra civil y unos 200.000 muertos. Aunque parezca increíble, Taylor fue elegido presidente de Liberia con el 75% de los votos, tras haber usado en su campaña eslóganes como "Mejor el diablo que conoces que el ángel que no conoces", o el célebre y penoso "Él mató a mi mamá, él mató a mi papá, pero voy a votarle de todas maneras".

Una vez alcanzado el poder, nada se interpuso en su camino para no sólo tener el control férreo del país, sino para influir en la situación geopolítica de los países vecinos. Amparándose como siempre en su religiosidad (cuánto daño ha hecho la religión en manos de los tiranos, y de los no tan tiranos), Taylor traficó con diamantes sierraleonenses para poder proporcionar armas a la guerrilla de dicho país, rebelada en armas contra el gobierno de turno (por cierto, democrático). De nuevo, causante de unas horribles y famosas imágenes que apenas causaron reacción en el acomodado mundo occidental: la de los mutilados de la guerra de Sierra Leona, donde la guerrilla (dirigida por un antiguo amiguete de Taylor y compañero de entrenamiento en Libia) imponía su ley en el país a machetazo limpio. Unos 300.000 muertos (en Irak, de donde nos llegan noticias todos los días porque interesa, los muertos no llegan a la décima parte en un espacio de tiempo similar). La situación se volvió en su contra, y cuando apenas había salido de la anterior, Liberia comenzó a vivir una nueva guerra civil, que terminó en 2003 con su huida del país (trufada con un desafiante "Volveré") y posterior refugio bajo la protección del dictador nigeriano Obasanjo, encantado de tener a un señor tan simpático y agradable viviendo en su suelo.

Al final Nigeria, presionada por la ONU, accedió a extraditar a Taylor para que éste fuera sometido a juicio por crímenes de guerra en el Tribunal de Justicia especial para Sierra Leona. Asustado por la que se le podía venir encima, el escurridizo Señor de la Guerra intentó escabullirse y refugiarse en Camerún, pero fue detenido hace apenas tres meses, el 29 de marzo de este año. Finalmente, el pasado martes 21 de junio fue trasladado desde Freetown, capital de Sierra Leona, a La Haya. Taylor va a ser el segundo ex jefe de estado en ser juzgado por el Tribunal Penal Internacional de La Haya, tras Milosevic, con el que tiene interesantes paralelismos, como detallaba el gran corresponsal de guerra Ramón Lobo el pasado miércoles: Como Slobodan Milosevic, el ex presidente de Liberia Charles Taylor logró destruir su país en poco tiempo, extender la guerra a sus vecinos y convertirse en un problema para todos. Taylor se enfrenta a 11 cargos de crímenes de guerra y contra la humanidad, como mutilaciones, violaciones, uso de menores para la guerra, asesinatos múltiples, rapto, pillaje, esclavismo y castigos colectivos de civiles. Vamos, cualquiera se va con él de birras.

Esperemos que el angelito Taylor no muera, como Milosevic, antes de cumplir su condena. En todo caso parece que, al final, el Señor de la Guerra nunca "volverá". Buen día para la humanidad.

Fuentes:
Fundació CIDOB
El País (21 de Junio de 2006)
Wikipedia

19 junio 2006

Pequeños desconocidos

¿Cuántos secretos guardas tú?

Todos los tenemos, sin excepción. Pequeños o grandes, buenos y malos. Peligrosos. Dolorosos. Felices. Incluso increíbles.

Alguna vez he pensado en los míos, recientemente, desde que descubrí Postsecret. El blog que se ha llevado los más importantes premios internacionales en esta categoría de páginas web, a veces llamada (erróneamente, creo) "diarios de bitácora". Una idea tan simple como crear una plataforma donde compartir nuestros más secretos secretos. No esos que sólo un amigo sabe. Los tuyos, sólo tuyos. Piénsalo, parece que no pero seguro que más de uno tienes.

Es una pequeña morada de nuestras cosas inconfesables. Algo más que nos hace únicos, y que nos da más valor. Aunque nadie más lo sepa.

14 junio 2006

Bucle

Se incorporó bruscamente, empapado en sudor, ojeroso. Aterrorizado. Había tenido ese sueño antes. Corría perseguido por sí mismo. Ninguno de los dos alcanzaba su destino. ¿Quien perseguía a quién, a qué? La sabana se extendía delante de él, y de él. Esqueléticas acacias actuában como testigos inmutables, dueñas únicas del desierto. Nubes de polvo les cegaban a medida que se acercaban a su objetivo, que no alcanzarían si seguían corriendo, aunque nunca pararon a pensarlo.

Había tenido ese sueño antes. Desde que comprendió que los acontecimientos le perseguían a él, y no al revés. Desde que ellos guardaban la ilusión, no su mente. Nada fue igual desde entonces; él entró en su vida, por su culpa. Sólo él mismo había sido el causante de convertirse en un espejo de lo que nunca quiso ser, un conformista de sueños (sus sueños) incumplidos. En definitiva, el causante de que él le arruinara la vida cuando admitió la existencia del abandono.

Se incorporó súbitamente, sudoroso. Había tenido ese sueño antes. Soñaba que se incorporaba bruscamente, empapado en sudor, ojeroso.

Aterrorizado.


Foto [Gutenberg]

09 junio 2006

Nytt möte

Y volver a revivir lo inrevivible, las compañías nunca del todo abandonadas, las risas que no dejaron de escucharse, los viajes que siguieron viajando en forma de otros portadores de los mismos sueños, las fotografías animadas de las experiencias irrepetibles pero no inimitables. Hoy, regreso al dulce pasado. Välkomna!

02 junio 2006

Mañana antes de ayer

Otra vez la prisa. Corre. Grita. Suda tu ilusión. Ya te estás volviendo frío, de tanto sedentarismo. Ni el sol calienta una espera desesperada. Un truco más, quizá, o no. No quieres esperar nada de quien nada te ha dado, claro. Ni siquiera le conoces, pero con eso es suficiente, tú ya sabes. No me la van a colar, porque yo quiero llevar el rumbo, ser dueño de mi elección, regatear a los horarios. Eso dices. Una y otra vez, un día tras otro, en un nuevo mes que ya lleva retraso de un día, y no toca cambiar el reloj todavía. El reloj es el que te oprime, realmente. El que te persigue en tus segundos de insomnio con el eco de sus segundos en la silenciosa habitación. El segundero, o tus latidos. Nunca ganaron ellos la partida. No lloras tu melancolía, ni siquiera cuando quieres. Ni eso puedes decidir. No te gusta este papel de calco que mancha tus días. Miras, perdido, los discursos vacíos que no te convencen. Has vivido demasiado poco para saber que eso lo sabes. Tu intuición no te falla.

Excepto hoy.

01 junio 2006

Títulos de descrédito

A veces me pregunto por qué me gustan tanto (en general) las películas que retratan las pequeñas cosas de la gente común, historias que sentimos cercanas, en las que la gente odia o ama, transmite los sentimientos que sentimos tan próximos aunque ocurran en lugares lejanos y dispares como Corea, Sudáfrica o México.

Me fascina la magia que produce una buena película, cuando dejamos nuestros cansados cuerpos en la butaca y nos metemos en la historia que unos minutos antes era desconocida y ahora es nuestra. Caminamos por las imágenes con pies de pluma, pisando los paisajes, llorando con las penas sin llorar, sintiendo una familiaridad canalla con aquellos a los que nunca conoceremos. Riendo las diminutas cotidianidades, como reímos siempre lo que conocemos al comprobar que, en el fondo, hacemos todos las mismas cosas.

Envidio no a Superman, ni al general héroe de las pelis norteamericanas, ni siquiera al Sam de Casablanca. Sólo quisiera gritar el guión de una pelea, tener anécdotas increíbles, caer y subir de nuevo sólo con la fuerza que tiene el creer en uno mismo.

A veces quisiera haber tenido otra vida, haber pensado tantas cosas antes. Pero eso, de momento, no lo enseñan en el cine.