A pesar de todos los esfuerzos por construir una Europa fortaleza -los muros que rodean Ceuta y Melilla ya llegan a los seis metros de altura-, más de un millón de extranjeros rompen sus defensas cada año, ya sea de forma encubierta o prolongando sus visados y trabajando de forma ilegal. Engordan la economía sumergida, donde son vulnerables a la explotación, las leyes laborales se incumplen y no se paga impuestos. Al llegar ilegalmente, se les considera delincuentes, aunque su único crimen sea aspirar a una vida mejor.
(...) los inmigrantes crean puestos de trabajo al gastar sus salarios y fomentar actividades paralelas; (...) España recibió en 2006 más inmigrantes que ningún otro país europeo y, a pesar de todo, su índice de desempleo sigue bajando.
(...) [Las remesas enviadas por los inmigrantes a sus países de origen] sirven para comprar comida, agua potable y medicinas. Ayudan a escolarizar a los niños o fundar pequeñas empresas y benefician a la economía local de muchas otras formas.
Lee el artículo completo de Philippe Legrain en Integral, en su web.
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