13 mayo 2006

Historia andante

Los veo caminar incansablemente, con la mirada al frente y a los lados, cargados de bártulos de todo tipo. Durante horas, pasean sus cuerpos atléticos cubiertos hasta los pies, erguidos y dignos. Detrás de las maletas con gafas y relojes, de los brazos cubiertos por pareos de mil colores, está la historia que no conocemos. Es la historia de un expatriado, de una aventura suicida para conseguir un sueño inalcanzable en nuestro saturado mundo desarrollado.

Es la imagen de lo que hicimos de África, una jugosa tarta llena de frutos fantásticos repartida al tun-tún entre unos cuantos que no tenían frutos, pero sí armas para recolectarlos. La imagen de lo que les enseñamos los europeos: la dictadura de la razón única, el mandato de los tiranos, doctrina que ellos aprendieron bien y perpetúan todavía en muchos países. Es la representación, en arrugas y pies, del tiralíneas con el que se trazaron las fronteras de sus países, dividiendo etnias y pueblos al servicio de sus majestades, los colonizadores. El mismo tiralíneas que usan ellos ahora para dibujar la línea más corta hacia nuestra costa, sobre la que plasmarán las penurias de un viaje dramático. Huyen de los países que los necesitan para progresar, para sacudirse el lastre de los sátrapas de cosecha propia, herederos de los sátrapas extranjeros, pero muchas veces incluso más crueles.

Caminan la playa, arriba y abajo, en busca de un sueño negado de antemano. Pero ellos no lo sabían.



Foto tomada en Punta Paloma, Cádiz. Septiembre 2005 [Wala]

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