10 mayo 2006

La historia de siempre

Con sólo 38 años, Idriss Déby alcanzó su máxima ambición. Atrás quedaban los años de incertidumbre, de intriga, de exilio. Al fin podía hacer uso de las valiosas enseñanzas adquiridas apenas cinco años antes en la Escuela de Guerra de París, un lugar que no perdió tiempo en esconderse bajo ningún eufemismo. ¿Cuál mejor para recibir la formación que necesitaba para sus propósitos? Al fin y al cabo, esta Escuela había exportado su idea exitosa a otras partes del globo: en los años 60 desembarcó en Argentina sin ánimo de esconderse bajo seudónimo alguno. Se creó la Escuela de Guerra de Buenos Aires, donde sus afamados profesores, veteranos militares franceses de la Guerra de Argelia, enseñaron a los militares argentinos el arte de la tortura.

Pero eso es otra historia. El joven coronel Déby regresó a su país con la lección bien aprendida y en una posición de privilegio para acometer sus buenas y democráticas intenciones. El 1990, derrocaba a su jefe, el Presidente Habré, y se proclamaba jefe de Estado de Chad, asegurando a la población la pronta instauración de una democracia en el país, que tenía ya en el contador unas cuantas dictaduras militares desde su independencia en 1960. El antiguo poder colonial, Francia, bendijo el golpe de estado igual que había bendecido los anteriores. Mientras, la población observaba el proceso con lógicas dudas, preguntándose si el cambio político sería al fin en su beneficio. Pero no lo fue.

Unos meses más tarde de su triunfo militar,
Déby se proclamó presidente de la República. Pobre hombre, ¡mira que haber prometido democracia! Menos mal que la memoria es flaca y que se olvidó de sus promesas, no fuera a ser que no se pudiera enriquecer a costa del pueblo. Bueno, en el improbable caso de que hubiera decidido trabajar por sus conciudadanos, ya tenía allí a un millar de militares franceses para recordarle que se dejara de pamplinas, mejor hacerse rico dando concesiones de los recursos naturales de Chad a Francia a precios asequibles. El pueblo ya saldría adelante, hombre, que ya son mayorcitos. Pero para que no sospechen, le dijeron: celebra elecciones de vez en cuando. Nosotros te dejamos al Sr. Grand D'Esnon, realizador de las campañas electorales de Chirac, para que te ayude a hacer las tuyas y, por el mismo precio, a amañar las elecciones.


Hoy hace una semana que se celebraron elecciones en Chad. Todos los partidos en la oposición, unos 20, formaron una coalición para boicotear las elecciones, seguros de que estaban arregladas de antemano para la victoria de Déby (la tercera, tras 16 años en el poder). El día de las elecciones, los aviones de la armada francesa
sobrevolaron las columnas rebeldes que intentan derrocar a Déby (¿vendrá un nuevo dictador, o un demócrata?) para darle información militar a su protegido presidente. No hubo sorpresas: sin oposición concurriendo a la cita electoral, Déby se proclamó presidente para un nuevo quinquenio. Parece que sobre este señor no pesan las 25 mil muertes a opositores de las que se le acusa, ni el empobrecimiento de un país que ocupa el undécimo puesto por la cola en la lista de desarrollo de la ONU (entre 192 países), pero del que salen 200 mil barriles de petróleo al día hacia Occidente. El Banco Mundial, desde el descubrimiento de sus yacimientos petrolíferos, ha presionado al gobierno de Chad para que invierta gran parte de sus ingresos en la población, pero Amnistía Internacional denuncia que uno de los superproyectos de infraestructuras del Banco, la construcción de un oleoducto de más de 1000 km hasta Camerún, puede contribuir a la violación de los derechos humanos de las poblaciones y trabajadores afectados por el proyecto.



Las esperanzas de la población son pocas, como explica un
artículo sobre los países petroleros africanos: Chad's infant oil industry is effectively a joint venture among the oil companies, the government, and the World Bank. Boiled down, their mission statement is to extract oil profitably, to share the proceeds in a transparent and equitable way, to protect the environment, and to spend most of the government's share on reducing poverty. The big question is whether this original formula can transform one of the continent's classic basket cases into a functioning state, providing its nearly ten million citizens—whose annual per capita income is about $1,600—with a decent future after decades of civil war, injustice, and upheaval. But pending the achievement of this ambition, gratitude is simply not on the agenda in the villages we visit. Distrust and unsatisfied expectations certainly are.

Déby, asustado tras varios intentos de golpe de estado, gasta el dinero del petróleo en armamento. El Banco Mundial cancela los proyectos de desarrollo en el país, ante tal afrenta. Dura ya mucho el sueño del viejo coronel Idriss Déby.


Fuentes y enlaces a las mismas: subrayadas en texto
Fotos:
[1] Wikipedia
[2] National Geographic

No hay comentarios: