29 abril 2006

Natural

Desconfío de la falta de autenticidad, de la falsedad interpretativa, de lo que no sea natural cuando lo puede ser, sin pretensiones. Hay momentos, continuamente, en que la gente sufre una transformación para adaptarse con comodidad, sin perder la sonrisa, impunemente incluso, a situaciones alejadas de su pensamiento y de su forma de actuar. Eso no es flexibilidad ni adaptabilidad al cambio, cualidades estas positivas y necesarias, sino una pérdida de personalidad, una renuncia a tus creencias, una pobre actuación.

Mi paciencia se rebela ante los que critican a los que ayer reían y ante aquellos que loan a los que ayer ridiculizaban. Ahí, en ese punto, se acaba mi diplomacia. Es el momento de abandonar elegantemente la escena, si se logra no caer en la tentación de reir o llorar frente a semejante actitud ilógica y poco divertida.

Cuando lo pienso me pregunto si es una reacción a mi incapacidad de detener y protestar ante tonterías de ese calibre. Admiro, como una parte de la belleza de las cosas, la naturalidad y la claridad de ideas. Yo no puedo ser quien no soy (aunque sí puedo no tener las ideas claras), ni quiero pretender ponerme una máscara carnavalesca para actuar frente a un público del que no me interesa su aplauso.

Además, la naturalidad está directamente ligada al mejor solucionador de problemas del mundo mundial: el humor.

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