18 febrero 2007

Limas y limones

La combinación entre lo deseado y lo inesperado es perfecta. Con que haya un toque de lo segundo, casi siempre es suficiente. A mi me sienta como ponerme los zapatos de correr, como ver un amanecer imprevisto, como deslizarme por la nieve, como cuando despega el avión. Me da una energía que muchas veces está transformada en un pequeño núcleo concentrado en algún rincón de la estancia, como un aleph doméstico.

Mi sentimiento intenso, del que no sé discernir su grado de ingenuidad, es el del temor a lo común, a seguir los estáticos pasos de los que no ponen su pie en el escalón de color diferente. La originalidad no sólo me parece atractiva sino casi obsesionante, en un mundo que se acepta como es sin mucho reparo. La admiro porque estoy convencido de que el que la tiene, o mejor, el que la ejerce, no ya puede cambiar las cosas sino cambiarse a sí mismo hasta aclanzar una felicidad basada en el poder de las manos y de la mente.

Habita en mi la paradoja de creer en todo esto pero no poder practicarlo hasta encontrar mi aleph particular. Pero de momento sé que existe y que lo quiero encontrar, y eso ya es bastante, ¿no?


Postdata post-findesemanil. "Choripán: Emparedado de chorizo asado" (RAE)

11 febrero 2007

Señal por escribir

Vuelvo porque hoy ya es ayer, aunque a punto de convertirse en mañana. En la calma que no quiere ser tal, me veo en la necesidad de colocarme a mí mismo un guijarro que indique el comienzo del camino.

Sin brújula ni estrellas que divisar, esta es mi señal. No alcanzo a ver lo que indica.


Todavía.




07 febrero 2007

Sonia

El domingo pasado, una vieja amiga dejó su vida en la carretera. Esta vez, la realidad dramática del tráfico nos dio una bofetada en la cara y en el corazón a quienes la conocimos. Una punzada de pena, de impotencia y de tantas cosas por decir y por sentir.

El tiempo había pasado lo suficiente para haber vuelto a acercar nuestras lejanas historias. Sin embargo, hacía años que no hablábamos. Quizá por eso ha dolido más, porque a pesar de algún correo y algún mensaje nunca volví a oír su voz desde algún día que precisamente no recuerdo. Cuántas veces pensé en llamarla. Ahora me lamento de mi estupidez por no haber oído su risa fresca una vez más. Por no haber marcado las nueve teclas que me separaban de ello y me acercarían a alguien a quien nunca olvidé porque nunca habría podido hacerlo. Porque fue una pequeña gran parte de mi vida. Con ella descubrí cosas nuevas, compartí en un mano a mano la inocencia del adolescente, puse amistades a prueba, reí los aciertos y lloré los errores, sufrí, quise, viví.

Un fuerte sentimiento nos distanció como nunca me distanció de nadie más. Nos volvimos a ver poco después pero era demasiado pronto. Ahora es demasiado tarde, aunque lo lleva siendo mucho tiempo. Gracias a un gran amigo con el que compartí y comparto penas y glorias, sé que era feliz, que amaba y que había conseguido por fin agarrar a la vida a su manera y vivirla con alegría.

Tengo mis lágrimas reprimidas por alguna extraña razón. No puedo llorar aunque quisiera. Mi vida me distrae estos días de hacerlo. Apago mi tristeza en abrazos que me da quien sabe arroparme sin palabras y hacerme olvidar lo malo. Aunque pasó tanto tiempo que no es la misma pena que pudo ser, porque el tiempo es traidor y tramposo.

Pero en esto le gano al tiempo, igual que le acabaste ganando tú. Porque nunca te olvidaré, amiga. Nunca.

19 octubre 2006

Culpable de inocencia

Confieso que soy culpable de inocencia. Culpable de lo que imagino y, sin embargo, inocente de lo que no sé. Pero incluso de esto me siento culpable y, si me apuran, hasta de no saber lo imposible.

Anhelo lo que yo mismo me impido en alcanzar, sin estar seguro de esto último. Camino con un pie detrás del otro, o delante, con el rumbo gepesiano de la rutina recalcitrante. Olvidé, o mejor dicho, dejé olvidado, el imán que confunde la brújula y ata las férreas determinaciones que escriben lo que somos.

Cuento los episodios de libertad sensorial como las escasas piedras de un camino perdido. No podría escribir el manual para convertirlos, para darles la vuelta y otorgarles la forma de un túnel sin techo ni raíles, de un mar ácrata que ame los barcos que naveguen a su antojo.

Sostengo la arena de los días con la mano abierta y la retina conformando una espiral, un autolaberinto del que se perdió el plano pero no la filosofía. ¿Se imaginan un laberinto abandonado? Yo quiero caminar por dentro del seto, pero pisando las raíces preestablecidas que condeno pero no consigo apartar. Oliendo el quejido de un universo vegetal en el que tú y yo y todos los demás podemos encontrarnos o, al menos, pensarnos, inventarnos, trazarnos e incluso amarnos en cualquier momento, sin aparecernos.

Ignoro tantas cosas… y sin embargo sé con certeza que el tiempo es relativo y que el vértigo es bueno para la salud. Desconozco las leyes de la economía (no tanto sus injusticias), pero sé que la complejidad del mundo es directamente proporcional a la apatía de la mañana. No tienen necesidad, mis pies, de explorar los continentes inimaginables, que no inimaginarios, con los que le trampea algún rincón cerebral.

Saben, ellos y yo, que no hace falta caminar sobre el sustrato más que para trasladarse de forma física. Pero el paso bueno, el que no se detiene, está en la cadencia que uno le preste, y no quiera recuperar.

26 agosto 2006

Final / Merecido / Final

El pasado miércoles 16 de agosto murió en Brasil un personaje que se habría sentido a sus anchas en una borgiana Historia universal de la infamia. Muy lejos, pero no tanto, de la patria por la que libró su particular guerra, se fue de este mundo Alfredo Stroessner, el general que gobernó Paraguay durante 35 años como si de su propia finca particular se tratara.

Como muchos de los dictadores del siglo pasado, Stroessner hizo una carrera fulgurante en el ejército paraguayo, y escaló rápidamente puestos en la jerarquía castrense, hasta ser nombrado general a los 36 años, el más joven de Sudamérica. Corría el año 1948, y el prometedor (en todos los sentidos) militar ya demostraba tener, como se dice, un gran olfato político. No tardó en afiliarse al partido oficialista (que él mismo se encargaría de hacer único), el Partido Colorado. En 1954, dio un golpe de estado, y la Junta de Gobierno militar le proclamó Presidente de la República.

Poco a poco, Stroessner se fue haciendo con el control del Estado. Amparado en su lucha contra el comunismo y, por tanto, recibiendo el apoyo económico y político de los Estados Unidos, el régimen del dictador paraguayo secuestró, torturó y asesinó a al menos 4000 opositores. Seguramente el apoyo del gigante del Norte le hacía tener la conciencia tranquila, aunque no creo que, de todas maneras, le costara dormir por las noches. Es más, el buen hombre debió pensar que no estaba haciendo suficientes esfuerzos contra las hordas rojas, así que decidió participar gustosamente en la Operación Cóndor, aquella a través de la cual varios países del Cono Sur se unieron para hacer frente a la amenaza comunista. Como es sabido, la consecuencia del acuerdo al que llegaron estos países fue una represión social brutal, que derivó en la muerte o desaparición de miles de personas, especialmente en Chile (bajo el régimen de Pinochet) y el Argentina (cuya Junta Militar diseñó fríamente una nueva forma de realizar desapariciones masivas a través de los vuelos de la muerte).

No sabemos si algo de todo esto le debía hormiguear a Stroessner porque, a pesar de instaurar un mundo de miedo y represión en su país, decidió organizar elecciones periódicas (hasta 8) en las que, curiosamente, era el único candidato a Presidente. ¡Cualquiera se presenta! Durante su mandato, como ocurre en todas las dictaduras, el país se estancó, no sólo en temas evidentes como la inexistencia de libertad de expresión y demás derechos básicos de las personas (minucias, minucias), sino en otros temas más generales de desarrollo del país, como las infraestructuras. Sin embargo, toda obra que se terminaba, además de calles, plazas y pueblos ya existentes, había de cumplir dos requisitos fundamentales: se anunciaba a bombo y platillo en los medios de comunicación (todos controlados por el régimen, claro está) y tomaba el nombre de… ¿adivinan? (todo esto me recuerda a lo que hizo otro tipo… ¿quién era? Era por aquí cerca…). Llegó a cambiarle el nombre a una ciudad importante del país, que después del régimen tomó el nombre de Ciudad del Este, pero durante el mismo se llamó, cómo no, Puerto Presidente Stroessner. ¡Viva la modestia!

El país, lleno de soplones y espías del autocrático aparato de Stroessner (no piensen mal, me refiero al aparato político), funcionaba a base de las prebendas que todos esos acólitos exigían para realizar sus acciones. Esta corrupción enorme supuso (y, probablemente, suponga algo todavía) un freno considerable al desarrollo del país tras el paso del personaje por el poder.

Stroessner abrió las puertas del país a sus amigotes del otro lado del Atlántico. Paraguay acogió a un número indeterminado de criminales de guerra nazis, que habían huido a tiempo de Alemania sin llegar a ser juzgados. De la figura de Hitler le gustaba hasta el bigote (frase asimilable, de forma francamente apropiada en este contexto, a la muy ibérica “del cerdo, me gustan hasta los andares”), que copió (se confirma que a los dos les quedaba igual de mal). El pobre gobierno de Estados Unidos se hallaba en un brete: “¿le condeno por refugiar a criminales nazis, o le alabo por perseguir comunistas?. A ver, a veeeer… ¡Cuidado, un rojo!” Uno de los nazis que recalaron en Paraguay fue Josef Mengele, el científico de Hitler que se dedicaba a realizar experimentos biológicos con los presos de los campos de concentración. Una perlita, vamos.

En los años 80 se instauró la democracia en Brasil y Argentina, los vecinos grandes, y el régimen de Stroessner fue debilitándose. A finales de la década, el Partido Colorado decidió elegir al sucesor del sátrapa, y escogió, sin duda por su valía como político (no sean malos), al su hijo Gustavo. La reacción no se hizo esperar: el pueblo protestó y una facción del ejército se alzó en armas. El (ya por aquel entonces) viejo dictador huyó a Brasil. Poco tiempo después, hubo elecciones democráticas (proceso que Papá Alfredo tuvo que consultar en la enciclopedia) y comenzó la transición política en el país.

Stroessner no regresó, y murió solo en su casa de Brasilia. El gobierno paraguayo anunció que sus restos no serían recibidos con honor alguno, ni por haber sido jefe de Estado, ni por haber sido militar de alto rango. La familia del tirano, desconocedores del vocablo “democracia” (qué podían hacer ellos, el patriarca nunca osó emplear dicha palabra infausta) lo debió considerar una humillación pero, ironías de la Historia, finalmente el dictador fue enterrado en Brasil, tan cerca, pero tan lejos, de la patria por la que tanto luchó. Cada uno tiene lo que se merece.

Fuentes:
Wikipedia
El Galeón
La Nación

09 agosto 2006

Historias del Indalo (1): 13, Rue der Percebe

¡Emancipación! Desde hace ya casi un mes puedo decir que tengo mis propios (bueno, alquilados) 30 m2. En este primer capítulo de la serie del Indalo, voy a intentar demostrar cómo el que se queje porque le parecen escasos está equivocado: 30 metros dan para mucho.

Todo depende del contexto, amigos. Ya me avisaron desde la inmobiliaria (rehúso hacer comentario alguno sobre estas “empresas”, aunque todo se andará) antes de entrar: “Chaval, hay un pequeño inconveniente: No funciona todavía el termo y no hay agua caliente”. Habiéndome gastado las semanas anteriores más pasta en pensiones de mala muerte que el Sr. Roca (el de Marbella, no el de los váteres… un momento, ¿no será el mismo?) en comprar Mirós para su baño (definitivamente… ¡es el mismo!), decidí entrar en el estudio a pesar de las advertencias, para disminuir el agujero negro que tenía en el bolsillo.

Pero claro, siendo el termo de gas, tampoco funcionaba la cocina… Era mi oportunidad, después de tantos años perdidos ahora ya podía comer únicamente comida de microondas y ponerme más gordo que el hermano gordo de M.A., además de la saludable exposición a las ondas cancerígenas de este aparato. Bueno, me dije, con suerte no tardarán mucho en arreglarlo.

No es agradable, ni siquiera en Almería en pleno julio, ducharse con agua fría por la mañana. Al segundo día mentas cierta madre de alguien desconocido. Al tercer día, haces el mismo comentario, un poco más alto y ya referido a los sres. caseros. Cuando, al cuarto día, recuerdas con cariño a las familias completas de los empleados de la empresa del gas, te das cuenta que se te cae menos el pelo. Hasta el pelo está acojonado, que ya ni se cae. Te planteas seriamente la opción de convertirte en un estercolero andante. Dado que vives sólo nadie se va a enterar, y menos hoy en día que los vecinos van a lo suyo. Ah, qué tiempos aquellos en los que los mayores y no tan mayores pero sí marujos sacaban su silla al portal y ponían a pelar a medio barrio. Así empezó Zaplana.

Cuando ya llevaba un par de días duchándome con el casco, finalmente vino la empleada del gas, que decidió que al tratarse de un estudio sin tabiques, por normas de seguridad no se podía poner el gas. Lógico, pensé yo. Un tabique habría evitado mi muerte segura, teniendo en cuenta que el gas habría tardado días, qué digo días, ¡meses! en traspasar la potencial puerta después de atravesar los interminables 25 metros restantes de la casa. La empleada del gas ignoró mi gaseoso humor y me vino a decir: te jodes, chavalote: Hay que poner otro termo y vitrocerámica. Menos mal, le dije al casero, sólo he conseguido engordar 16 kilos en 6 días con la comida de microondas.

Cuando conseguí tener la vitro, descubrí un filón: no funcionaba (claro) pero en cuanto la intentaba encender le quitaba la luz a todo el edificio. Por Tutatis, por unos días me sentí como Bush: dominando al resto del mundo a base de actos estúpidos. Enseguida adelgazaba el peso ganado con la comida basura porque claro, el ascensor del edificio tampoco funcionaba (creo que se me ha olvidado señalar un detalle importante para entender la magnitud de todo ello: el edificio es nuevo. Repito: NUEVO), así que todos los días a bajar y subir tres pisos a pata. Cuando subía con la compra sufría mucho… ¡toda esta grasa empaquetada la quemaré en mi próxima salida a la calle!

Si por algún casual no me sentía todavía en el desierto, el excelentísimo Ayuntamiento de Almería se encarga de solucionar este problema gratuitamente: no hay más que levantar todas las calles del barrio en pleno verano. Oh, qué maravilla, ¡mi casa es un Saloon! Este alcalde es el amo, ya tengo mi propio parque temático. El otro día me encontré a John Wayne ligándose a unas chatis en mi sofá (que ejerce a su vez las funciones de cama, mesa, sillón de lectura, revistero y cesta de la colada). Lo malo es que el hombre estaba un poco, cómo decirlo… tieso.

El calor no lo llevo tan mal como yo pensaba. Para los que nos gustan las cosas bien hechas, qué mejor que una cifra redonda de temperatura: 50 grados (medida en mi sofá). Ya no tengo que tomar té para “abrir los poros”, como dicen los sabios moros: los tengo abiertos todo el día. La sensación de ir todo el día duchado es rara, pero te acostumbras. Lo mejor son los abdominales que hago cuando duermo hasta que cojo la postura. Creo que con tantas que he practicado, ya puedo patentar el “kamasutra solo” (abreviado del “kamasutra del que vive solo”). Además, con este nombre TAN comercial, seguro que me forro.

Hay más cosas positivas. No necesito ponerme el despertador para ir a trabajar. Todos los días, a la misma hora, ocurre un terremoto de unos 9 puntos en la escala de Richter. Vibran las lámparas, los vasos tintinean, y yo me acuerdo de los muertos del melón que sale todos los días a trabajar en un quad. Sí, sí, en un quad, esos vehículos tan respetuosos con el medio, que la gente usa normalmente en el monte (donde siguen dando ganas de patear al conductor). Pero vamos a ver, ¿se puede ser más cimbel? Menos mal que no te pilla con el sueño muy cogido, ya que antes, a las 2 am aproximadamente, te ha despertado el tunero de turno compartiendo generosamente su música con los vecinos (volveré a este tema más adelante); a las 3 am, el camión de la basura; a las 4:20 am, el del vidrio; a las 6:00, el primer autobús (desviado a mi calle por las obras con las que el ayuntamiento intenta convertir la ciudad en un barrio de Port Aventura) y, finalmente, a las 6:45, nuestro querido cerebro, urbanita conductor de quads. Lo bueno de todo es que al despertarme, aprovecho para apuntar la postura en la que me encuentro y la temperatura, que luego los necesitaré cuando publique mi kamasutra de impacto mundial.

Ya me voy conociendo mejor el barrio. Cada vez que cojo el coche (tengo la suerte de no tener que hacerlo apenas, ya que aquí se puede ir andando a casi todos los sitios), tardo una media de 3 días en poder aparcarlo. Así que me da tiempo para observar dónde están las cosas. Si me canso de buscar sitio, me pongo a seguir a un tunero, que con toda probabilidad estará dando vueltas al barrio durante varias horas para que no quede un vecino sin disfrutar de su estupendo reggaetón a 300 debibelios por oreja vecinal. Nunca había visto tanto tunero como aquí. El estereotipo es el de un mendrugo veinteañero, al volante de su seat león negro (casi irreconocible) lleno de luces y aleaciones mega-horteras, con gafas de sol incluso a las 2 de la madrugada y perdonándote la vida con una mirada que hace temblar a las farolas. Uuuu, qué miedo. Sigo sin comprender este fenómeno tan fascinante que combina un gusto más que dudoso, un derroche de dinero (y de gasolina) espectacular y un macarrismo rampante, combinado con la seguridad del protagonista de que es el más guay, cuando en realidad un 80% del barrio recuerda con cariño singular a todos los miembros de su árbol genealógico cuando pasa por debajo de su ventana.

Por cierto, ya he conocido a mi vecina (no se admiten comentarios). El otro día me pidió que fuera a su casa a hacerle unos “arreglos”. Antes de que la mente aviesa del lector relacione esa petición con la de una labor de “limpieza de tuberías”, aclararé que se trataba de una simple colocación de apliques en su baño. Como nadie me creería aunque me pasara el resto de mi existencia aportando pruebas irrefutables, lo dejaré aquí.

Me despido hasta la próxima historia del indalo, voy a quitarle la luz a los vecinos un rato.

21 julio 2006

Escondite

And in the end / the love you take / is equal to the love you make (The Beatles, "The end")

Si tú sabes
Lo que yo no sé de mí
No me lo digas
Ya lo sé.

Cuando me mires
Con ojos de cristal
Déjame sitio para escapar
En menos de un segundo.

Al caer, resbaladizo
Por tu sapiencia de hierro
Encerrada en una crisálida tan frágil
Me encierro en lo que no quiero ser.

Lo que te quiera decir
Y lo que piense
Son mi miedo desconocido

Agazapado en lo que soy.

23 junio 2006

Sastre de la Guerra

Acostumbrado a las presidencias quasi-vitalicias, durante las cuales los abusos a los derechos humanos y a los recursos naturales eran (y son) repartidos de forma tranquila en mandatos de 20, 30 ó más años, el continente africano (y la comunidad internacional) fueron sorprendidos cuando un presidente fue capaz de llevar a cabo una acción destructora, casi depredadora, en su país y en los vecinos, en un período aparentemente corto de años. Concretamente, seis: de 1997 a 2003.

La biografía de Charles Taylor, ex presidente de Liberia, es cuanto menos increíble, en el sentido literal de la palabra. Taylor comenzó su extensa actividad política en Estados Unidos, cuando era un estudiante de Economía en ese país. Liberia, un país creado en el el siglo XIX en la costa occidental africana bajo auspicio de la potencia americana, fue la primera república negra independiente de África, un siglo antes de que lo consiguieran los países colonizados por las potencias europeas. Formada por antiguos esclavos libertos del sur de EEUU (que dieron nombre al país), no tardaría, a pesar de una historia diferente a la de sus vecinos, en convertirse en un estado africano más, aprisionado como tantos otros por autócratas y sátrapas durante muchos años.

Tras el golpe de estado, en 1980, de Samuel Doe, un mediocre (como la mayoría de dictadores) militar que asumió la jefatura de estado con 28 años, Taylor, que había vuelto a Liberia, pasó a formar parte de la administración del estado bajo el cargo de viceministro de Comercio. En tres años, le dio tiempo a robar lo suficiente antes de ser acusado de ello, y huyó precipitadamente hacia Estados Unidos. Un año después, las autoridades de este país le detenían, tras realizar el gobierno de Doe una demanda de extradición. Pero, oh misterio, un preso de semejante relevancia fue capaz de escaparse de su prisión estadounidense al más puro estilo peliculero: serrando barrotes y descolgándose con una sábana junto con otros presos políticos. Poco después, todos ellos eran detenidos excepto... ¿adivináis quién? Oh misterio, acertásteis.

Taylor consiguió llegar de nuevo a África, donde fue entrenado como combatiente guerrillero en Libia, y se trasladó a la frontera entre Liberia y Costa de Marfil, esperando su oportunidad. En los últimos días de 1989, Taylor entró en Liberia atacando un puesto fronterizo. Desde ese momento, y hasta que accedió a la presidencia siete años después, fue ganando poder político y, sobre todo, militar. Su guerrilla, el Frente Nacional Patriótico de Liberia (NPFL, típico nombre de guerrilla y/o partido político africano, cambiando el país en cuestión), se convirtió en la más importante (y temida) del país, a pesar de las deserciones que sufrió. Una de estas deserciones, la del segundo de Taylor, Prince Johnson, impidió a aquél alcanzar el poder en su primer intento, ya que fue Johnson el que desalojó a Doe del poder (capturándolo y torturándolo hasta su muerte) y se proclamó presidente de la república.

Taylor se refugió en el norte del país y, amparado por la protección de los tupidos bosques tropicales, y a base de carecer de miramientos a la hora de reclutar efectivos militares (las fotos de niños y adolescentes de su guerrilla enfundando fusiles por las calles de Monrovia dieron la vuelta al mundo), se convirtió en el hombre más poderoso y rico del país (desde su privilegiado escondite controlaba el tráfico del oro, los diamantes y la madera con Sierra Leona y Costa de Marfil). Se ganó a pulso el título con el que ya siempre se le conocería. Un título siniestro, pero muy real: Señor de la Guerra. Las accines militares de su guerrilla se intensificaron, y nadie sabe a ciencia cierta cuántos muertos causaron a la indefensa población civil, sólo por el hecho de pertenecer a la tribu equivocada.

Triste ironía del destino, Taylor usó sus muertos como propaganda política en su campaña a las elecciones a la presidencia, que se celebraron en 1997 tras seis años de guerra civil y unos 200.000 muertos. Aunque parezca increíble, Taylor fue elegido presidente de Liberia con el 75% de los votos, tras haber usado en su campaña eslóganes como "Mejor el diablo que conoces que el ángel que no conoces", o el célebre y penoso "Él mató a mi mamá, él mató a mi papá, pero voy a votarle de todas maneras".

Una vez alcanzado el poder, nada se interpuso en su camino para no sólo tener el control férreo del país, sino para influir en la situación geopolítica de los países vecinos. Amparándose como siempre en su religiosidad (cuánto daño ha hecho la religión en manos de los tiranos, y de los no tan tiranos), Taylor traficó con diamantes sierraleonenses para poder proporcionar armas a la guerrilla de dicho país, rebelada en armas contra el gobierno de turno (por cierto, democrático). De nuevo, causante de unas horribles y famosas imágenes que apenas causaron reacción en el acomodado mundo occidental: la de los mutilados de la guerra de Sierra Leona, donde la guerrilla (dirigida por un antiguo amiguete de Taylor y compañero de entrenamiento en Libia) imponía su ley en el país a machetazo limpio. Unos 300.000 muertos (en Irak, de donde nos llegan noticias todos los días porque interesa, los muertos no llegan a la décima parte en un espacio de tiempo similar). La situación se volvió en su contra, y cuando apenas había salido de la anterior, Liberia comenzó a vivir una nueva guerra civil, que terminó en 2003 con su huida del país (trufada con un desafiante "Volveré") y posterior refugio bajo la protección del dictador nigeriano Obasanjo, encantado de tener a un señor tan simpático y agradable viviendo en su suelo.

Al final Nigeria, presionada por la ONU, accedió a extraditar a Taylor para que éste fuera sometido a juicio por crímenes de guerra en el Tribunal de Justicia especial para Sierra Leona. Asustado por la que se le podía venir encima, el escurridizo Señor de la Guerra intentó escabullirse y refugiarse en Camerún, pero fue detenido hace apenas tres meses, el 29 de marzo de este año. Finalmente, el pasado martes 21 de junio fue trasladado desde Freetown, capital de Sierra Leona, a La Haya. Taylor va a ser el segundo ex jefe de estado en ser juzgado por el Tribunal Penal Internacional de La Haya, tras Milosevic, con el que tiene interesantes paralelismos, como detallaba el gran corresponsal de guerra Ramón Lobo el pasado miércoles: Como Slobodan Milosevic, el ex presidente de Liberia Charles Taylor logró destruir su país en poco tiempo, extender la guerra a sus vecinos y convertirse en un problema para todos. Taylor se enfrenta a 11 cargos de crímenes de guerra y contra la humanidad, como mutilaciones, violaciones, uso de menores para la guerra, asesinatos múltiples, rapto, pillaje, esclavismo y castigos colectivos de civiles. Vamos, cualquiera se va con él de birras.

Esperemos que el angelito Taylor no muera, como Milosevic, antes de cumplir su condena. En todo caso parece que, al final, el Señor de la Guerra nunca "volverá". Buen día para la humanidad.

Fuentes:
Fundació CIDOB
El País (21 de Junio de 2006)
Wikipedia

19 junio 2006

Pequeños desconocidos

¿Cuántos secretos guardas tú?

Todos los tenemos, sin excepción. Pequeños o grandes, buenos y malos. Peligrosos. Dolorosos. Felices. Incluso increíbles.

Alguna vez he pensado en los míos, recientemente, desde que descubrí Postsecret. El blog que se ha llevado los más importantes premios internacionales en esta categoría de páginas web, a veces llamada (erróneamente, creo) "diarios de bitácora". Una idea tan simple como crear una plataforma donde compartir nuestros más secretos secretos. No esos que sólo un amigo sabe. Los tuyos, sólo tuyos. Piénsalo, parece que no pero seguro que más de uno tienes.

Es una pequeña morada de nuestras cosas inconfesables. Algo más que nos hace únicos, y que nos da más valor. Aunque nadie más lo sepa.

14 junio 2006

Bucle

Se incorporó bruscamente, empapado en sudor, ojeroso. Aterrorizado. Había tenido ese sueño antes. Corría perseguido por sí mismo. Ninguno de los dos alcanzaba su destino. ¿Quien perseguía a quién, a qué? La sabana se extendía delante de él, y de él. Esqueléticas acacias actuában como testigos inmutables, dueñas únicas del desierto. Nubes de polvo les cegaban a medida que se acercaban a su objetivo, que no alcanzarían si seguían corriendo, aunque nunca pararon a pensarlo.

Había tenido ese sueño antes. Desde que comprendió que los acontecimientos le perseguían a él, y no al revés. Desde que ellos guardaban la ilusión, no su mente. Nada fue igual desde entonces; él entró en su vida, por su culpa. Sólo él mismo había sido el causante de convertirse en un espejo de lo que nunca quiso ser, un conformista de sueños (sus sueños) incumplidos. En definitiva, el causante de que él le arruinara la vida cuando admitió la existencia del abandono.

Se incorporó súbitamente, sudoroso. Había tenido ese sueño antes. Soñaba que se incorporaba bruscamente, empapado en sudor, ojeroso.

Aterrorizado.


Foto [Gutenberg]

09 junio 2006

Nytt möte

Y volver a revivir lo inrevivible, las compañías nunca del todo abandonadas, las risas que no dejaron de escucharse, los viajes que siguieron viajando en forma de otros portadores de los mismos sueños, las fotografías animadas de las experiencias irrepetibles pero no inimitables. Hoy, regreso al dulce pasado. Välkomna!

02 junio 2006

Mañana antes de ayer

Otra vez la prisa. Corre. Grita. Suda tu ilusión. Ya te estás volviendo frío, de tanto sedentarismo. Ni el sol calienta una espera desesperada. Un truco más, quizá, o no. No quieres esperar nada de quien nada te ha dado, claro. Ni siquiera le conoces, pero con eso es suficiente, tú ya sabes. No me la van a colar, porque yo quiero llevar el rumbo, ser dueño de mi elección, regatear a los horarios. Eso dices. Una y otra vez, un día tras otro, en un nuevo mes que ya lleva retraso de un día, y no toca cambiar el reloj todavía. El reloj es el que te oprime, realmente. El que te persigue en tus segundos de insomnio con el eco de sus segundos en la silenciosa habitación. El segundero, o tus latidos. Nunca ganaron ellos la partida. No lloras tu melancolía, ni siquiera cuando quieres. Ni eso puedes decidir. No te gusta este papel de calco que mancha tus días. Miras, perdido, los discursos vacíos que no te convencen. Has vivido demasiado poco para saber que eso lo sabes. Tu intuición no te falla.

Excepto hoy.

01 junio 2006

Títulos de descrédito

A veces me pregunto por qué me gustan tanto (en general) las películas que retratan las pequeñas cosas de la gente común, historias que sentimos cercanas, en las que la gente odia o ama, transmite los sentimientos que sentimos tan próximos aunque ocurran en lugares lejanos y dispares como Corea, Sudáfrica o México.

Me fascina la magia que produce una buena película, cuando dejamos nuestros cansados cuerpos en la butaca y nos metemos en la historia que unos minutos antes era desconocida y ahora es nuestra. Caminamos por las imágenes con pies de pluma, pisando los paisajes, llorando con las penas sin llorar, sintiendo una familiaridad canalla con aquellos a los que nunca conoceremos. Riendo las diminutas cotidianidades, como reímos siempre lo que conocemos al comprobar que, en el fondo, hacemos todos las mismas cosas.

Envidio no a Superman, ni al general héroe de las pelis norteamericanas, ni siquiera al Sam de Casablanca. Sólo quisiera gritar el guión de una pelea, tener anécdotas increíbles, caer y subir de nuevo sólo con la fuerza que tiene el creer en uno mismo.

A veces quisiera haber tenido otra vida, haber pensado tantas cosas antes. Pero eso, de momento, no lo enseñan en el cine.

26 mayo 2006

Pasajero Sr. Sueño

Hoy vi cuatro olas hacer un cuadro. Todavía asombrado, enterré mis pies en lo que creía arena pero no era otra cosa que barro, barro marino. Largas líneas de espuma se enredaban en besos imposibles. Un sueño guerrero chapoteaba en las anchas lenguas de mar engañadas por el sol vespertino.

Me senté en una duna a observar los esfuerzos de aquel ente, aquella ilusión visible sin serlo, revolviéndose furiosa en el impertérrito oleaje. Pensé fugazmente en ayudarlo, pero el pensamiento se fue tan pronto como había venido: algo me dijo que el sueño se rebelaría a cualquier ayuda exterior.

Cuando salió del aprieto marino, se acercó y se sentó a mi lado. Durante un rato, observamos en silencio la prolongada agonía del sol. Me preguntó que por qué no le había ayudado. Busqué en él a mis propios sueños escapados. Pero en su lugar me encontré a mi mismo.


Foto: Playa de las Mimosas, Málaga. 15 Marzo 2006 [Wala]

20 mayo 2006

Vuelo con destino impar

Tiempo de viajar, de historia vital, de experiencias en el asfalto extranjero. Tiempo de dar de sí, hablar desde dentro, abrir los sentidos y sentir la prevalencia del tacto sin prestarle atención (esta vez). Tiempo de dejar a los perros en la calle y entrar libre de cargas en la oficina, de excitante incertidumbre en las ventanas desconocidas.

Tiempo de recordar y hacer saber lo que muchos dudan: que a veces las historias nacen desde fuera.

19 mayo 2006

Luchar con la palabra

"Confieso que he vivido", de Pablo Neruda

La vida de muchas personas está determinada por una fenomenal combinación de oportunidad y talento. Desde niños o jóvenes, son ellos su propia historia fantástica, algo que tarde o temprano les llevará al éxito o a las portadas o a las bocas de la gente.

Pablo Neruda, poeta chileno, dedicó su vida a escribir y hacer de su escritura una herramienta de lucha política, como cuenta en su estupendo libro de memorias, Confieso que he vivido. Pronto se definió comunista, y a pesar de las decepciones que se pudo llevar al ver el giro erróneo que esta doctrina tomaba en manos de algunos dirigentes mundiales, nunca abandonó sus ideales a favor de los más desfavorecidos, que le idolatraban tanto en su país natal como en muchos lugares del resto del mundo. Murió comunista, apenas dos semanas después del golpe de estado de Pinochet, en su casa de Isla Negra, seguramente muy apenado de ver que el triunfo largamente esperado del pueblo una vez más era interrumpido por la violencia.

Neruda fue cónsul de su país desde muy joven, apenas pasados los veinte años, en lugares tan exóticos como Ceilán (hoy Sri Lanka) y Rangoon, la capital de Birmania. Cerca de ese país, en Camboya, y muchos años más tarde, el líder comunista Pol Pot realizaría una de las mayores "limpiezas étnicas" (que término más horrible) ocurridas en el sudeste asiático. Hoy nadie puede imaginar que a un chaval de veinte años se le confíe una delegación diplomática (seguramente le pedirán de 5 a 10 años de experiencia, jaja, además de dos carreras), pero en aquellos tiempos estos episodios románticos eran incluso comunes.

Viajar por el mundo le sirvió a Neruda para ser testigo de cambios políticos, culturas exóticas, opresión y guerra. Estuvo en la guerra civil española, marchándose antes de que fuera demasiado tarde. Desde París apoyó la emigración de españoles a Chile y Argentina. Pocos años más tarde, él mismo habría de exiliarse en este último país, cuando uno de los dictadores chilenos puso precio a su cabeza.

Entre tanta aventura, Neruda publicaba increíbles poemas que viajaban por las manos del mundo. La poesía le dio más fuerza que a algunos las armas, por eso era temido. En los países más diversos leían sus libros. Su activismo hizo que su escritura creciese (y viviese) aún más en el universo de tantas gentes y pueblos. Los últimos años de su vida los dedicó a servir al legítimo gobierno de Salvador Allende, hasta que éste fue derrocado por la muerte vestida de militar. Me cuesta creer que la gente muera de pena, pero en el caso de Pablo Neruda me parece tan poético como real.

17 mayo 2006

Mirar sin mirar

Reflexionaba en su vieja obsesión con los absolutismos. Los de siempre, los históricos, y también aquellas características de su extraño universo personal que él metía dentro de esa categoría. Creía firmemente que no podría alcanzar nunca el éxito: nada lo hacía distinguirse de los demás como lo hacían los triunfadores, los que dejaban una estela tras de sí.

El tiempo seguía pasando mientras vivía encerrado en su estrecha cápsula inaccesible. Pensaba en las veces que había mirado la espalda de una mujer, esperando poder mirarle los ojos. Pero ninguna le había dado ese privilegio, esa pequeña concesión que no movería más que su ingrato mundo de ilusiones sin salida.

Miraba el suelo mientras caminaba, ajeno al ruido exterior. Notó una presencia en la distancia. Cruzó la mirada al pasar al lado de la belleza femenina. Una vez más, se giró para mirarla y esperar una segunda oportunidad en sus ojos. Pero sintió miedo y volvió a mirar al frente, y nunca volvió a verla para preguntarle qué había hecho.

13 mayo 2006

Historia andante

Los veo caminar incansablemente, con la mirada al frente y a los lados, cargados de bártulos de todo tipo. Durante horas, pasean sus cuerpos atléticos cubiertos hasta los pies, erguidos y dignos. Detrás de las maletas con gafas y relojes, de los brazos cubiertos por pareos de mil colores, está la historia que no conocemos. Es la historia de un expatriado, de una aventura suicida para conseguir un sueño inalcanzable en nuestro saturado mundo desarrollado.

Es la imagen de lo que hicimos de África, una jugosa tarta llena de frutos fantásticos repartida al tun-tún entre unos cuantos que no tenían frutos, pero sí armas para recolectarlos. La imagen de lo que les enseñamos los europeos: la dictadura de la razón única, el mandato de los tiranos, doctrina que ellos aprendieron bien y perpetúan todavía en muchos países. Es la representación, en arrugas y pies, del tiralíneas con el que se trazaron las fronteras de sus países, dividiendo etnias y pueblos al servicio de sus majestades, los colonizadores. El mismo tiralíneas que usan ellos ahora para dibujar la línea más corta hacia nuestra costa, sobre la que plasmarán las penurias de un viaje dramático. Huyen de los países que los necesitan para progresar, para sacudirse el lastre de los sátrapas de cosecha propia, herederos de los sátrapas extranjeros, pero muchas veces incluso más crueles.

Caminan la playa, arriba y abajo, en busca de un sueño negado de antemano. Pero ellos no lo sabían.



Foto tomada en Punta Paloma, Cádiz. Septiembre 2005 [Wala]

Manifiesto (III) en boca de sabio

Lo dijo uno que sabía escribir:

Yo quiero vivir en un mundo sin excomulgados. No excomulgaré a nadie (...). Quiero vivir en un mundo en que los seres sean solamente humanos, sin más titulos que ese, sin darse en la cabeza con una regla, con una palabra, con una etiqueta. Quiero que se pueda entrar a todas las iglesias, a todas las imprentas. Quiero que no esperen a nadie nunca más en la puerta de la alcaldía para detenerlo y expulsarlo (...). Quiero que la gran mayoría, la única mayoría, todos, puedan hablar, leer, escuchar, florecer. No entendí nunca la lucha sino para que ésta termine. No entendí nunca el rigor, sino para que el rigor no exista. He tomado un camino porque creo que ese camino nos lleva a la amabilidad duradera. Lucho por esa bondad ubicua, extensa, inexhaustible (...).

Extraído del libro Confieso que he vivido, de Pablo Neruda (1904-1973)
Nota: el comentario sobre las alcaldías no es aplicable a las de la Costa del Sol.

Entornada, pero abierta

Ayer me di cuenta de todo. O casi. De que hasta que yo no cierre mi puerta ellos no habrán cerrado la suya, claro. Cómo no me pude percatar antes. Esto explica tantas cosas, tantas miradas cansadas, tanta aprensión escondida en una jaula invisible, tanta frustración obligada, pero que sólo los mejores ejercen hasta el final.

Fue pisando la arena mojada de la playa cuando puse mis dudas a tender. Una paradoja, allá a la orilla del mar fue donde la marejada se apagó momentáneamente. También allí, sin embargo, encontré el germen de la desazón que me atacaría al anochecer, con las tórtolas acostadas y los grillos desaparecidos. La semilla que agarró, y me rodeó con su fatiga de siglos. Me pregunto si me siento mejor ahora que lo descubrí. Quizá, algo. Pero no suficiente.


Foto: Pies Mojados [Ewa Kulak]