11 marzo 2006

Proletariado

He comenzado a leer "Marginal", de Émile Zola (más que nada para que Pachi y Laura, que me lo regalaron, no me den más la coña :-)).

La acción transcurre en la Francia de mediados-finales del siglo XIX y narra la historia de Étienne, trabajador de una mina de hulla, en lo que se supone (paciencia, leñe, que acabo de empezarlo) uno de los grandes alegatos de la literatura a favor de los oprimidos. Os dejo un parrafito, para abrir boca:

"Los picadores (...), tumbados de costado, golpeaban con fuerza, sólo tenían la idea fija de completar un buen número de vagonetas. En medio de aquél deseo de beneficios disputados con tanta dureza, todo desaparecía. Dejaban de sentir el agua que chorreaba por sus miembros y los hinchaba, los calambres provocados por las posturas forzadas, la asfixia de las tinieblas, donde iban palideciendo como plantas puestas en una bodega. Sin embargo, a medida que avanzaba la jornada, el aire se envenenaba más, se calentaba con el humo de las lámparas, con la pestilencia de los alientos, con la asfixia del grisú, pesando sobre los ojos como telas de arañas que sólo conseguiría barrer la ventilación de la noche. En el fondo de su topera, bajo el peso de la tierra, casi sin aliento en sus pechos abrasados, seguían picando."

Y luego nos quejamos... Creo que se van a cumplir las expectativas literarias.

No hay comentarios: